lunedì 3 marzo 2014

REENCUENTRO CON LAS VIDAS PASADAS

“Lo único que le podemos dar a Dios es nosotros mismos, nuestro estado inmediato, cualquier cosa que sea lo que estamos experimentando. Lo damos deviniendo Una Unidad con nosotros mismos, completos en la inmediatez de nosotros mismos. Cuando empezamos a vivir esta comprensión, empezamos a vivir “Lo único que le podemos dar a Dios es nosotros mismos, nuestro estado inmediato, cualquier cosa que sea lo que estamos experimentando. Lo damos deviniendo Una Unidad con nosotros mismos, completos en la inmediatez de nosotros mismos. Cuando empezamos a vivir esta comprensión, empezamos a vivir una vida de fe”. Richard Moss M.D.
Algo nuevo sucedió otra vez. Al pensar en ello ahora me invade la sorpresa y la maravilla que probé en ese momento. El recuerdo de esa experiencia en pleno corazón de la selva evoca aquello que Alberto Einstein dijo: “La más profunda y hermosa emoción que podemos experimentar es la sensación de lo místico”. Y esa noche fue especial para mí porque mi conciencia vibró muy alto y fui bendecida al experimentar una nueva dimensión de mi ser.
Me encontraba en la Amazonia peruana formando parte de un reducido grupo de personas reunido en amorosa convivencia desde la más diversa singularidad: pertenecíamos a países y lenguas diferentes.
Ese momento de mi vida respondía al deseo profundo de mi alma zambullirse en lo desconocido de ella misma. Cuando permitimos que la conciencia se confronte con nuevas experiencias estamos auspiciando el conocimiento de nosotros mismos. No cabía duda que aquel momento y aquel entorno era altamente favorablemente para ello.
La selva cobija en su interior una fuerte energía que impulsa a la conciencia a moverse fuera del ámbito ordinario. “Aquí, frente a los grandes misterios de la vida, en la oscuridad de nosotros mismos, residen los portales a una nueva posibilidad. Aquí está el potencial para la evolución del alma y la inteligencia de la humanidad”, explica Richard Moss en su libro “La Mariposa Negra”. El silencio profundo es el regalo de la Madre Naturaleza a sus hijos sedientos de paz.
Luego de más de una semana en permanente comunión con esa maravillosa energía podía dar cuenta de la necesidad de aprender modos diferentes de funcionamiento. El mundo de todos los días se había esfumado y todo revestía una expectante novedad. De a poco, mi atención se focalizaba en esa nueva realidad que me alentaba a responder desde un nuevo lugar.

Descubrí que el valor de la experiencia radica en brindarnos la posibilidad de volvernos creativos –y no reactivos- en una bendita oportunidad de transformación. Y así vivencié que abrirme y entregarme a la vida, que abrirme y dejarme penetrar por la vida, que dejarme sentir en la apertura y en la entrega: era el gran aprendizaje de mi alma en esta encarnación. Pero como ese aprendizaje no me resultaba nada fácil, ese momento a cielo abierto disparó en mí toda una artillería de resistencia… y sufría… sufría en ellas por que el dolor no es más que la resistencia a la entrega. Mi alma continuamente crea este tipo de experiencias para que experimente la vida en la entrega y la fe. Me coloca en situaciones especiales para que finalmente me suelte y dé el gran salto.

Por la noche, todo el Universo nos acompañaba brindándose amorosamente. Mi conciencia enfocaba en las infinitas sensaciones corporales que vivenciaba. Atravesarlas era y es un gran desafío. Ese era el portal para experimentar mi encarnación pero, sin embargo, no me resultaba sencillo penetrarlas. En determinados momentos mi conciencia se desenfocaba y “volaba” tratando de evitarlas. Mi respiración se agitaba y mi corazón se aceleraba en ese aprendizaje aunque desde un lugar muy profundo dentro mío sentía el aliento para seguir adelante. A medida que lograba no oponer resistencia a la experiencia, nuevas sensaciones despertaban en mí que me convertían en una persona más receptiva. Pero en la pelea para acercarme a ellas, cuando no podía identificar sensaciones conocidas, me invadía el miedo creando una tensión interna que nada tenían que ver con la paz y la entrega. Y así descubrí que si realmente quería explorar lo desconocido tenía que hacer frente a esos nuevos niveles de energía. Para ello me concentré en acompañar mi respiración con el palpitar de la poderosa energía de la Madre Naturaleza y así, seguí adelante.
En el ahora yo puedo acercarme a esto. Es el único momento existente, es el momento de poder…
¿Qué es experimentar la encarnación? Es llevar la conciencia al nivel corporal para trabajar directamente con estas energías más densas. En ese sentido, el Doctor Moss explica que “cuando no podemos mantener la atención a este nivel pero tendemos a salirnos hacia el cuerpo sutil y valoramos la experiencia psíquica y energética por encima de la ordinariedad física, existe una tendencia a perder el asentamiento”.
Si bien finalmente decidí acostarme sobre una delgada colchoneta, momentos antes todo mi ser buscó expresarse en una mágica danza guiada por el son de un tambor. La música me invitaba a vibrar junto a ella y así lo hice. Me sentí más viva y más feliz.
La respiración se convirtió en la guía conductora de este Viaje. Focalizarme en el ritmo respiratorio me llevó, sin proponérmelo, al encuentro con energías diferentes.
El tiempo no existía. Sólo podía oír los sonidos que encantaban a mis sentidos. En mi interior había silencio, un gran silencio que me permitía abrirme al acontecer. El momento era tan magnético que me revelaba su eternidad. Me sentía penetrada por esa atemporalidad y sentía a mi ser expandirse en luz. La música me facilitaba entregarme al momento ya que disfrutaba danzar con ella. La paz que me invadió en ese momento resultó una experiencia maravillosa… y así mi ser se extendió más y más, en una conciencia que respiraba al unísono con toda la tierra.

Lic. Annamaria Saracco