domenica 7 aprile 2013

El aula cósmica . Joel L. Whitton - Joe Fisher . III parte



Si debemos soportar una vida difícil, no necesariamente estamos pagando por hechos de una existencia anterior. Al pasar por ciertas pruebas podemos estar preparándonos para tareas y realizaciones futuras.

El karma, a pesar de sus exigencias y consecuencias, no debe considerarse como una ley férrea que nos obliga a actuar de una manera determinada. La esencia misma del karma implica la presencia de un motivo que, a su vez, necesita del ejercicio del libre albedrío.

La evolución kármica comprende el desarrollo de la personalidad y el refinamiento de las habilidades y aptitudes.

 El doctor Whitton ha notado como sus sujetos, en el transcurso de muchas vidas, avanzaron por un camino que conduce desde lo infantil y egocéntrico a lo adolescente y, eventualmente, a la personalidad madura.

El progreso se determina por la fuerza de voluntad.
 Ha visto también como se usan los talentos en las sucesivas encarnaciones. Una comodidad especial en esta vida puede seguir a una historia de esfuerzo y aplicación en reencarnaciones  anteriores.

De ahí es lógico suponer que los grandes estadistas, músicos, filósofos y otros que han llegado a ser mundialmente famosos deben  haber ido aprendiendo poco a poco a usar sus capacidades en vidas pasadas hasta que dieron sus frutos produciendo una vida importante con influencia en su  época.

 Y una persoona sin cualidades para la organización y dirección es casi imposible que haya sido  alguien de importancia histórica en una vida previa.

El karma funciona en todos los aspectos de la vida. En su libro "La sabiduría de los maestros místicos"  Joseph J. Weed expresó las siguientes relaciones entre causa y efecto que funcionan en la ley kármica:

Las aspiraciones y deseos se convierten en capacidades.
Los pensamientos repetidos se vuelven tendencias.
La voluntad para llevarlos a cabo se convierte en acción.
Las experiencias dolorosas se convierten en conciencia.
Las experiencias repetidas llevan a la sabiduría.

El problema del karma es que puede oscurecer los propósitos más elevados del alma aún cuando sus rodeos y escalas proporcionen los medios para lograr ese propósito.

La cacofonía kármica que acompaña todas las luchas personales de la interacción humana con frecuencia ahoga el tema de fondo de nuestras vidas: la lucha interior del alma por conocerse mejor.
Para expresarlo con otra metáfora, es como si todos condujéramos vehículos por la gran ruta de la evolución pero se obstruyeran los puntos de llegada con las congestiones del tránsito kármico.

En la vida entrer vidas, el conocimiento del propósito está siempre a mano.
La expresión terrena de la búsqueda del cumplimiento del destino, sin embargo, se despierta en forma progresiva mediante la "investigación del alma", la que parece avanzar en cinco etapas características que pueden extenderse a lo largo de muchas vidas.

1) El materialismo: La búsqueda del bienestar físico, del estado dominado por las ansias sensuales.
Se tiene poca consideración por los sentimientos de los demás y no existen objetivos filosóficos.

2) La superstición: La toma de conciencia de que existen fuerzas y entidades más grandes que uno. Prácticamente nada se sabe sobre ese poder omnisapiente; sólo se percibe que hay algo que no puede controlarse excepto, quizás, mediante amuletos y rituales. Continúa prevaleciendo el estilo materialista de vida.

3) La ortodoxia: La práctica simple, supersticiosa y rígida de la creencia en Dios Todopoderoso.
Esa idea se adapta para la vida. Se cree que con las plegarias, la práctica del ritual y ciertas formas de comportamiento se garantiza la recompensa suprema: un lugar en el cielo o la vida eterna.
Por lo general se requiere de un líder para que interceda ante Dios Todopoderoso para apaciguarlo.
Importa poco si el líder es un gurú que usa turbante o se llama Jesucristo; se necesita a alguien que exprese, dirija y defienda una convicción fundamental.

4) La filosofía: El despertar temprano a la conciencia de la propia responsabilidad. Se mantiene la convicción religiosa, pero se juzga que no basta atenerse al dogma.
Esta etapa está señalada por el respeto por la vida, la tolerancia de las creencias de los demás y la comprensión de las enseñanzas más profundas de las religiones ortodoxas.

5) La persecución: Predomina la tensión interior y la angustia que surgen del deseo intenso de entender el sentido de la vida. Hay conciencia de que existen un significado y un propósito de la existencia, y aparece la incertidumbre sobre los medios para adquirir esos conocimientos.
La búsqueda de las respuestas suele tomar la forma de leer muchísimo, estudiar y asociarse con grupos metafísicos y místicos.
El nombre de esta etapa se ha tomado del Sermón de la Montaña, de Cristo, y de la frase: "Benditos sean los perseguidos". (Mateo 5:10).

La vida entre las vidas". Whitton and Fisher

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